27 enero 2015

Rojo carmín.

Podría decirte mil veces mil que te amo, todo de seguido, como si mi vida fuera en ello, como si todo pendiera de un hilo, como si de una apuesta o de una amenaza se tratase.

Me gustaría poder ver el futuro, saber si eres el hombre de mi vida, saber si no, saber cuánto tiempo más voy a estar destrozada por ti, en cuántos pedacitos más se va a dividir mi corazón, cuántos días (o mejor dicho noches) me voy a pasar pensando si será la última que pase a tu lado. Me gustaría saber si sigo siendo correspondida como hace unos meses, si sigo atrayéndote, si quieres pasar las tardes conmigo o prefieres irte por ahí, si vas a seguir arrepintiéndote de largarme de tu casa con malas formas.
Mejor no saberlo, prefiero vivir en la ignorancia, en el olvido, pero no en el tuyo, ojalá te acuerdes siempre de todos los momentos, los llantos, las risas, los besos, las caricias, los susurros...
Me gusta escribirte (aunque no me leas), me gusta pensarte (aunque no me escuches), me gusta soñarte (aunque no lo sepas).
Me gusta que dejes tu huella por mi cuerpo, el calor de tus labios en mi boca, en mis mejillas, tu recuerdo en mi cabeza, me gusta seguirte la línea de lunares que tienes en el cuerpo con el dedo y formar un dibujo (de nosotros), quizá sea demasiado tarde para decirte que no me aguanto las ganas de hablarte cada vez que nos enfadamos, que me cuesta no decirte cada segundo que te amo, y que no te digo qué me pasa porque no quiero que peleemos más. No te quiero perder, no te quiero olvidar, no me quiero quedar sin tus besos, tus abrazos, mmm que a gusto se está entre ellos, entre tu boca, entre ti, contigo.

Sigue a mi lado, por favor.